martes, 22 de marzo de 2011

Historia del toro cuerda en Grazalema.



Historia del toro de cuerda en Grazalema.


En Grazalema, quizás con más razón, porque durante muchos años el sector ganadero ocupó un importante espacio en la economía local terciaria y de subsistencia, así como por la importancia de estos acontecimientos culturales de vinculación territorial y nacional, se le da especial relevancia a esta celebración, que según historiadores es el pueblo donde se celebra la fiesta del toro enmaromado mas antigua de España. Sobre los toros y su fiesta se ha escrito mucho pero como en otras cosas y debido a su antigüedad milenaria no se define el elemento genérico que generó en esta especie maravillosa, cuyo hábitat fundamental está en la península ibérica, que ya con anterioridad a la época de dominio romano aparecen grabados y escrituras que acreditan actos rituales y festivos en relación al toro de cuerda de Grazalema. En nuestro pueblo aparecen desigualmente datos de hace cuatro siglos y posteriores a la reconquista, de que se practicaban festejos de carácter taurino en el municipio y dehesa del Duque de Arcos, pero cuando nos situamos a principios del siglo XVIII nos llegan datos muy fehacientes y concretos de acontecimientos que se desarrollaban en la villa con ganaderos y reses bravas. Todo ocurría cuando en estas fechas la parte superior de Grazalema estaba casi despoblada de casas y solo coronaba este barrio el Convento de Carmelitas a Iglesia de San José; a su alrededor chozas, corrales, toriles y el mismo huerto. En las inmediaciones de lo que hoy es la calle Sevilla existía un árbol que describen como un fresno y a su pie una fuente que servía de abrevadero para el ganado de todas las especies, así como para el riego del huerto de los Carmelitas. A finales de mayo y con el fin de reservar para el invierno los pastos disponibles de la sierra al ganado, los colonos ganaderos de la comarca desplazaban sus reses a la campiña a través del corredor de El Boyar para aprovechar la abundancia de forraje de las llanuras de Arcos con sus ganados, en algo que ellos llamaban el “Agostadero”, y los que no pastaban perdían valor en las concentraciones comerciales o Ferias de ganado. A su regreso, a mediados de verano, coincidían con las Fiestas en honor de la Virgen del Carmen, cuyo evento festivo les proporcionaba un descanso y el momento para distribuir, señalar y herrar el ganado, así como disfrutar en un tabanco del mosto y el buen solera del lugar. El herradero del ganado vacuno de cría salió la afición al toreo y revolcones de los qu e los jóvenes y expertos disfrutaban y presumían en esta época, coincidiendo con la velada festiva. La revolución industrial, la sustitución de las tradicionales chozas por casas más o menos confortables, alejó en décadas posteriores esta actividad del pueblo que se daba en el entorno del Convento y de la Villa, dando paso a que todos los años se torearan vaquillas o reses atadas con una cuerda por las calles o en los herraderos que quedaban. De aquí ya el protagonismo y la intervención de los monjes cuyos datos conocemos y publicamos de nuevo, de recopilación de los libros de Ginés Serrán Pagán, Julián A. Pitt Rivers (datos antropológicos) y los datos que se han obtenido por la Delegación de Cultura de nuestro Ayuntamiento.








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